Respondió que aceptaría si ganaba un concurso público, que a su pedido se realizó, y que ganó con un proyecto completo de desarrollo paisajístico urbano. Su plan era poblar Buenos Aires de un sistema de pequeñas plazas barriales (que funcionaran para esparcimiento de los vecinos) y algunos grandes parques (que, además de convertirse en grandes puntos de encuentro, funcionaran como pulmones de la ciudad); no dejar calles sin árboles ni árboles sin flores. Hacer, de la ciudad, una suerte de jardín moderno.
Pero no sólo se quedó con esta actividad tan lírica, también hizo posible la industrialización de la yerba mate, tomá mate! Al comenzar el siglo XX en Argentina sólo se cosechaba yerba mate silvestre. El secreto de su germinación se perdió con la expulsión de los jesuitas. Y Thays, con la ayuda de su esposa, probó hasta conseguirlo hirviendo las semillas. Luego el Ministerio de Agricultura distribuyó en toda la Mesopotamia el método para germinar la planta y gracias a él podemos disfrutar de unos ricos y energizantes amargos para empezar el día.
Parece que los 150 mil árboles que Thays y luego su hijo plantaron están a punto de morir porque ya tienen 120 años y están en las últimas de su ciclo vital.
La exhibición y el homenaje estuvieron muy bien, ahora, ¿Macri tendrá idea de ésto o estará muy ocupado defendiendo a un tipo que dice que los pibes de Cromagnon lo hicieron a propósito, como Posse? ¡La puta madre que los re mil parió!