domingo, 30 de diciembre de 2007

Paroles

Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos.
Así termina El inmortal de Borges, y me hizo pensar en el remordimiento por su vida dedicada a la palabra.
Pero no fui la primera, ni mucho menos, al escritor ya le habían atribuido erróneamente la autoría de un poema sobre el arrepentimiento: Instantes, que se reprodujo por todo el mundo de la mano de legos e iniciados (http://www.pagina12.com.ar/2000/suple/libros/00-07/00-07-02/nota.htm).
En la nota que linkeo, el epistemólogo Iván Almeida dice: Queremos que siga siendo Borges, pero que reniegue sus opciones y que, en vez de sus crípticos poemas, venga a decirnos lo que nosotros desearíamos oír y que sólo osan decirnos las revistas que despreciamos. ¡Y tiene razón, jajaja!
Pobre Borges, todos lo queremos ver arrepentido...

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